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Revisa en este link video de Carmen Barros como la Carmela en la primera versión de la Pérgola de las flores https://youtu.be/QGOY1lgruzo
The Clinic
21 de Abril 2022
Carmen Barros, una Marilyn de 97: “Estoy en el comienzo de un final, y lo estoy asumiendo y disfrutando”
Casi no sale de su departamento, lee a diario la prensa y reza para que al presidente Boric le vaya bien. La actriz y cantante de 97 años protagoniza el recién estrenado documental "Mi Marilyn Monroe", donde vuelve a encarnar a la diva de Hollywood bajo la dirección de Alejandro Goic. También participa en "Auge y caída del Ruiseñor: la historia de Rosita Serrano", que hasta fin de mes se presenta en el GAM, y por estos días memoriza los textos de una nueva obra en la que interpretará a Delia del Carril, la Hormiguita de Neruda. “Lo más difícil de trabajar a esta edad es combatir contra la flojera, pero mi puntualidad, mi memoria y mis ganas de experimentar siguen intactas”, asegura.
Hace un tiempo le preguntaron qué papel le hubiese gustado interpretar y nunca pudo. La pregunta la tomó por sorpresa y tuvo que improvisar rápidamente una respuesta, recuerda ahora Carmen Barros, la actriz más longeva del teatro chileno, y quien está sentada en su sitial favorito del living de su departamento en Providencia, rodeada de retratos familiares y de sí misma en algunos de los innumerables roles que le ha tocado encarnar a lo largo de sus más de siete décadas de carrera y sobre los escenarios.
“Siempre me han encasillado de que soy la señora bien y ta ta tá, o si no la Carmela de San Rosendo. Y hará unos dos o tres meses atrás, cuando (las actrices) María Olga Matte y Martina Sivori me hicieron esa pregunta, se me ocurrió decirles que quería hacer a una de las amantes de Enrique VIII en el teatro. No sé, me pareció algo distinto y yo quiero hacer cosas nuevas. Les quedó el bichito metido y sé que están escribiendo algo”, revela la actriz y cantante, quien además protagonizó la primera comedia musical en Chile, ¡Esta señorita Trini! (1958), la primera versión de La pérgola de las flores (1960) y quien en otros años dio vida a la popular y carismática Marianela que cantaba en la radio.
“Yo ya tengo una edad que es muy cercana al centenario, tengo 97 años, y digo: bueno, el tata Dios me está dando una serie de cosas ricas y lindas en esta última etapa, pero más allá de algunos años no tengo, por lo tanto estos deseos de interpretar nuevos personajes no son más que eso, deseos y fantasías que vuelan. Y no me matan”, asegura la intérprete.
Hija de diplomático, Carmen Barros creció en Europa en plena guerra y escuchando a Mozart, Haydn y Beethoven. De pequeña tomó clases de canto, siguió con piano y hasta fue aprendiz de Jenny Krause, hija del pianista alemán Martin Krause, uno de los maestros de Claudio Arrau. La invitaron a cantar a Viena, a Nueva York, y en 1946 hizo de Marcelina en la ópera Fidelio de Beethoven en el Municipal junto al elenco del Metropolitan. Soñaba con dedicarse a la ópera y hacer honor a su nombre además, pero “la vida no quiso que así fuera. Yo opté por mis hijos”, dice. A su regreso a Chile, en los 50, se convirtió en actriz.
Carmen Barros lleva una vida puertas adentro: casi no sale de su departamento, donde vive junto a su hijo mayor, Jaime, se levanta muy temprano por las mañanas, lee a diario la prensa y estudia durante las tardes. Ahora mismo, dice, está memorizando los textos de una nueva obra que bien podría ser llevada a las tablas o filmada, y en la que encarnará a Delia del Carril, la Hormiguita y exmujer de Pablo Neruda.
¿Qué es lo más difícil de trabajar a tu edad, Carmen?
–Yo diría que lo más difícil de trabajar a mi edad es la flojera. Una se pone floja, y yo lo reconozco, debo combatir siempre contra la flojera, pero mi puntualidad, mi memoria y mis ganas experimentar y de hacer cosas nuevas siguen intactas. Normalmente, los actores estamos bautizados como flojos en cuanto a levantarnos temprano porque trabajamos dando funciones hasta muy tarde, así que nunca ha sido un motivo de problema para mí. Lo que sí, como te digo, yo sigo siendo muy puntual. En ese sentido tengo una formación alemana muy fuerte. Tengo buena memoria también, eso es muy positivo, y tengo también los idiomas, eso es muy importante. Aunque parezca tonto decirlo, es una ventaja y lo es hasta ahora.
-¿Pensaste alguna vez que ibas a vivir hasta casi los 100 años?
-Mira, yo tengo una cosa clara. Lo he tomado como algo normal porque la longevidad es o ha sido hereditaria en mi familia por el lado paterno, de los Barros Ortiz. El caballero que está ahí -dice apuntando a un retrato en blanco y negro de Tobías Barros, su padre, quien fue militar y diplomático- llegó a los 101 años y ahora todo el mundo está convencido o esperando que yo llegue a los 110, lo cual es bien improbable. Yo creo que eso no va a ser así, pero por lo pronto la salud la tengo buena, me preocupo mucho de no resfriarme, porque eso sí sería complicado para mí, y en realidad de no hacer nada que sea muy riesgoso.
-¿Cómo ha sido para ti la pandemia y las restricciones que puso en la vida de todos?
-Yo ya llevaba una vida más o menos como la impuso la pandemia. Casi no salgo de aquí, así que siempre estuve en un lugar seguro y el encierro no me afectó tanto como a otros, seguramente. Mira, yo creo que estamos viviendo un verdadero castigo. Para mí la pandemia es un castigo de la naturaleza, por haber creído que éramos superiores a todas las cosas del universo, cuando en realidad somos nada. El universo sigue siendo mucho más fuerte, a pesar de que hay varios que se rehúsan a creerlo. Creo que hay que tener un poco más de humildad al respecto, y esta sociedad perdió o se olvidó de la humildad hace mucho rato.
-Has dicho antes que no mereces el Premio Nacional. ¿Aún lo crees así?
–Sí, aún lo creo. Yo encuentro que no tengo por qué recibirlo. Tengo una serie de premios y que te premien siempre es fantástico. Tengo algunos acá, otros en mi dormitorio, y es rico recibirlos. El verdadero premio nacional para mí es encontrarme con el hombre y la mujer de la calle que no me conocen y que sin embargo cuando me ven pareciera que estuvieran presenciando un milagro. Me saludan y tratan con mucho afecto. Eso sí me emociona, mucho más que un premio.