InicioSalud y bienestarCinco historias de personas que se convirtieron en atletas en la edad madura

1° HISTORIA

La patinadora artística: Nancy Cox, 67 años

Nancy Cox nunca se consideró una atleta. De niña, nunca jugó deportes organizados y siempre estuvo entre los últimos que elegían para formar un equipo.

Ahora, cinco décadas después, está en la mejor forma de su vida.

La transformación empezó en el 2011, cuando Cox y su esposo estaban en su casa de vacaciones en Lake Placid, Nueva York, y unos amigos la animaron a que los acompañara a una clase grupal de patinaje sobre hielo.

Cox, que en ese entonces tenía 60 años, había patinado un poquito sobre estanques congelados en su niñez y tomado un curso de patinaje artístico durante un semestre en la universidad para cumplir con un requisito de educación física.

Aun así, esos primeros pasos sobre el hielo fueron aterradores.

Pero el instructor la ayudó a sentirse cómoda, y poco después Cox estaba desplazándose por la pista de hielo con una sonrisa.

"Simplemente me enamoré del deporte”, dice. “Pensé: si me esfuerzo en esto, puedo mejorar".

Cuando Cox y su esposo regresaron a su casa en Baltimore, ella sacó sus patines de la universidad y se fue a una pista de hielo cercana. “Ese primer día, todos se rieron de mis patines de 1973”, dice. “Me di cuenta de que si iba a hacer esto a mi edad, necesitaba equipo adecuado".

Después de comprar nuevos patines, Cox se inscribió en lecciones privadas semanales. En los días libres practicaba durante las sesiones de patinaje abierto. Todos los veranos asistía a un campamento de patinaje para adultos en Lake Placid.

Pasó horas practicando movimientos de pie básicos, lo que ella dice es más difícil de lo que parece. “Prácticamente estás manteniendo el equilibrio sobre el hielo apoyándote en una cuchilla a la vez. Intervienen muchos músculos distintos de tu cuerpo”.

Antes de empezar a patinar, Cox había estado tomando clases grupales de gimnasia en el YMCA, pero eso se sentía como trabajo. Patinar se sentía como diversión. Y a medida que sus habilidades sobre el hielo mejoraron, su cuerpo también empezó a cambiar.

"Noté que la ropa me quedaba grande”, comenta. “Patinar me entalló la cintura. Empecé a usar camisetas por dentro del pantalón otra vez”.

En diciembre del 2014, una de las cuchillas se trabó en el hielo y Cox sufrió una fuerte caída en la que se fracturó un hueso del hombro. Su esposo no estaba seguro de que ella pudiera volver a patinar. Pero ese febrero, en cuanto los médicos lo aprobaron, Cox regresó al hielo.

Y sus habilidades continuaron mejorando. Hoy en día, Cox se desplaza con gracia por la pista de hielo, con los brazos extendidos. Ha aprendido a dominar los cruces, el patinaje en reversa y un giro básico con dos pies.

El club de patinaje de Lake Placid la honró recientemente al declararla la patinadora adulta del año. Y cuando Cox y su esposo decidieron mudarse a Plymouth, Massachusetts, para estar más cerca de sus nietos, se aseguraron de que hubiera una pista de patinaje a corta distancia antes de comprar una casa.

Cox ve que los beneficios del patinaje para la salud rinden años de dividendos. Desde que empezó, ha bajado 8 kilos y 2 tallas. Sus piernas y brazos están más tonificados que nunca.

"Es realmente algo increíble”, dice Cox. “La mayoría de la gente a mi edad va en la dirección opuesta. Esto ha resultado ser el mejor ejercicio que he hecho en mi vida, ¡y me estoy divirtiendo!”

 

 

2° HISTORIA

El corredor: Roy Englert, 97 años

Roy Englert empezó a correr a los 60 años, después de leer un libro que decía que el ejercicio era clave para la salud y la longevidad.

Treinta y siete años después, él es un testimonio en vida de esa idea: corre dos a tres veces a la semana, mayormente sobre una trotadora en un gimnasio cerca de su comunidad para jubilados en Springfield, Virginia. En julio, Englert corrió una carrera de 5 kilómetros en 42 minutos y fijó el récord mundial para el grupo de edad de 95 a 99 años.

Y no muestra señales de bajar el ritmo.

"Sé que estoy viviendo en tiempo prestado”, comenta. “Mi hijo dice: ‘Papá, tu esperanza de vida es negativa’. Pero yo me siento bien. Me estoy divirtiendo".

Englert no fue atleta de niño, aunque estuvo tres años en la Marina y participó en el Día D durante la Segunda Guerra Mundial.

Después de eso, tuvo una larga y exitosa carrera como abogado especializado en banca y valores en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

Los primeros entrenamientos para correr de Englert fueron simples vueltas alrededor de su sótano. Recuerda cuando apenas si podía completar un cuarto de milla.

Gradualmente logró mayores distancias y empezó a correr en una pista de atletismo cercana. Entonces, un día se enteró de un encuentro deportivo para adultos mayores en Georgetown University. “Pensé, bueno, lo intentaré”, dice.

Corrió dos carreras y clasificó en las dos. Ganó medallas de oro y plata. “Después de eso, decidí que quería competir”, recuerda.

En las décadas siguientes, él y su esposa Helen viajaron por el país para que él pudiera competir. “La mejor parte fue que nos dio una excusa para ver tantos lugares”, dice. “Ella fue mi seguidora número uno”.

Helen falleció en el 2014, después de 65 años de matrimonio. Englert se volvió a casar hace cuatro años y ahora su segunda esposa, Maureen, viaja con él a los eventos.

"He tenido mucha suerte", dice. “Ella es más joven que yo, y no me pierde de vista".

Además del récord de los 5 kilómetros, Englert tiene récord en su grupo de edad en las carreras de 800 y 1,500 metros. Es miembro de varios equipos de relevo con récord mundial y ha competido en todos los National Senior Games, que se realizan cada dos años, desde que empezaron en 1987.

Actualmente, Englert no tiene mucha competencia en su grupo de edad. “Corro contra el reloj”, dice.En una llamada telefónica reciente dijo que estaba pensando en retirarse de las carreras. “¿Cómo mejoras un récord mundial?”, se pregunta.

Pero no hay que creerle mucho."En realidad me he retirado unas cuantas veces antes”, dice. “Después se presenta algo que suena interesante y me apunto para correr otra vez”.

3° HISTORIA:

La trapecista: Betty Goedhart, 86 años

Betty Goedhart recuerda que de niña iba al circo y se maravillaba con las hermosas trapecistas que volaban sin esfuerzo por el aire. “Algún día, yo quiero hacer eso”, les dijo a sus padres.

Su oportunidad no llegó hasta décadas después, en su cumpleaños número 78. Fue entonces cuando una amiga le dio un certificado de regalo para tomar una clase en una escuela de trapecio en Escondido, California.

A Goedhart le encantó la idea... hasta que llegó a la parte superior de la escalera. “Miré hacia abajo y parecía mucho más alto de lo que yo pensé que sería”, dice. “Mi corazón empezó a latir muy rápido. Estaba sudando. Tenía miedo".

Pero Goedhart había esperado ese momento durante 70 años. “Sabía que tenía que hacerlo porque tal vez nunca tendría otra oportunidad”, recuerda.

Se llenó de valentía, se aferró a la barra, cerró los ojos… y saltó.

"¡No me morí!”, dice. “De hecho, me encantó todo".

Inmediatamente después, Goedhart subió otra vez, y otra vez... y se inscribió en una serie de clases. “Mucha gente pensaba que estaba loca, incluso algunos miembros de mi familia”, comenta. “Me decían ‘estás vieja, tus huesos están frágiles y vas a terminar con el cuello roto'”.

El instructor de Goedhart le aseguró que no se lastimaría si seguía sus instrucciones.

Además, ella no era el tipo de persona que evade un nuevo desafío físico. Como patinadora de hielo profesional durante gran parte de su vida, pasó muchos años con la compañía Holiday on Ice. Después de jubilarse como patinadora, ella y su esposo administraron la compañía desde Inglaterra, donde practicó equitación y jugó al polo en un equipo de hombres.

Después de la muerte de su esposo, Goedhart regresó a California y probó otras actividades antes de toparse con el trapecio. Lo que más le gusta del trapecio, dice, es la forma en que los participantes se animan unos a otros. “Llegamos a ser como una familia y eso me recuerda el espectáculo sobre hielo”, comenta.

Goedhart, que ahora tiene 86 años, todavía toma clases cuatro veces a la semana y participa en varias presentaciones al año. Su movimiento favorito es el “razzle-dazzle”, que implica saltar desde la plataforma, dar la vuelta en la barra, volar de regreso hacia la plataforma y después oscilar hacia adelante y hacia atrás una vez más antes de soltarse, dar una vuelta en el aire y caer en la red de protección. “Es un movimiento fácil en el que no tengo que preocuparme, así que puedo sonreír todo el tiempo”, explica.

El año pasado, cuando cumplió 85 años, el Guiness World Records 2019 la nombró la trapecista de más edad en el mundo.

Goedhart, quien sigue trabajando para mejorar su técnica, recientemente practicó un “doble” que exige girar dos veces en el aire y luego tomar a otro trapecista por las muñecas. “He tocado las manos del receptor muchas veces”, dice. “Estamos tan cerca que sé que lo vamos a lograr”.

A veces, dice Goedhart, ni ella puede creer que está cerca de los 90 años. “Es increíble cuánta energía tengo”, dice. “Cuando estás haciendo algo que te encanta, realmente te sientes más joven”.

4° HISTORIA:

La triatleta: Marie Neaves, 72 años

Marie Neaves no estaba pensando en ningún beneficio para la salud cuando empezó a nadar en el 2004, a los 56 años.

"Necesitaba encontrar un lugar donde no tuviera que pensar”, dice.

Había sido un año devastador. Su esposo y su madre habían fallecido, y a su hijo menor le habían diagnosticado la enfermedad de Hodgkin. “Necesitaba la fuerza para ayudar a mi hijo, pero me sentía agotada mentalmente”, explica.

Aunque Neaves nunca había sido una nadadora, la piscina era un lugar donde podía encontrar paz. Incluso después de que su hijo completara el tratamiento y entrara en remisión, Neaves siguió nadando.

Los beneficios no eran solo mentales. Neaves se sentía más fuerte y saludable que lo que se había sentido en años y pudo dejar de tomar medicamentos para reducir el colesterol.

En el 2005, cuando Neaves vio un anuncio para las olimpíadas de Delaware para adultos mayores que prometía “diversión, compañerismo y acondicionamiento físico”, decidió intentar competir. Se abrió todo un mundo nuevo. Después de que le fuera bien en los juegos de Delaware, la invitaron a competir en los National Senior Games en Palo Alto, California. En el 2009, regresó a casa con medallas de oro, plata y bronce por natación y un récord de los Mejores 10 en estilo pecho.

"Era algo increíble porque nunca había nadado antes, excepto en forma recreativa con mis hijos”, dice Neaves, quien ha sido bibliotecaria a tiempo parcial en Odessa, Delaware, durante 30 años. “Ni siquiera nado estilo libre, solo hago pecho y espalda”.

Después de las victorias del 2009, Neaves quería un nuevo desafío, así que empezó a practicar ciclismo. Una amiga la animó a que hiciera un triatlón.

Neaves estaba nerviosa por lo que decidió empezar con un minitriatlón que incluía una carrera de 3,2 kilómetros, más un trayecto en bicicleta de 6,4 kilómetros y natación en piscina cubierta. Convenció a varios familiares y compañeros de trabajo más jóvenes para que lo hicieran con ella.

"Después de la carrera pensé: ‘Eso fue fantástico'”, dijo. “Todos los demás me miraban y decían: ‘¿De qué estás hablando? Eso fue muy difícil'”.

Pero Neaves ya estaba fascinada. Con una rutina de ejercicios de seis días a la semana, alternaba entre correr, andar en bicicleta y nadar, y fue aumentando cada vez más las distancias. Después de completar varios triatlones cortos, en el 2013 se inscribió en su primer medio Ironman. Esta competencia consiste en nadar 1.9 kilómetros, recorrer 90 kilómetros en bicicleta y correr 21 kilómetros.

Neaves completó varios medio Ironman más en diferentes partes del mundo, incluso uno en su nativo Luxemburgo, donde sus hermanas fueron a alentarla. Sus tiempos fueron tan buenos para su grupo de edad que en el 2017 la invitaron a participar en el campeonato mundial del evento en Chattanooga, Tennessee.

Se trataba de un trayecto montañoso y difícil. Neaves terminó descalificada porque no terminó la porción de ciclismo dentro del límite de tiempo. Pero no se sintió como un fracaso. “Tenía unos diez familiares y amigos ahí y les dije: ‘Salgamos a celebrar'”, recuerda. “Toda la experiencia fue maravillosa y estaba orgullosa de que me hubieran invitado a participar”.

En agosto, a los 72 años, clasificó otra vez para otro campeonato mundial. Competirá en el 2020 en Edmonton, Canadá.

Neaves dice que le encanta exigirse para ver hasta dónde puede llegar, y que hacer ejercicio cada mañana ha añadido estructura y sentido de propósito a su vida.

"Al principio mis hijos pensaban que solo estaba pasando por una etapa”, dice. “Después de un tiempo, se dieron cuenta de que no lo iba a dejar. No importa donde me encuentre, necesito salir a correr en la mañana. Ya es parte de mí".

5° HISTORIA

El velocista: David Kucherawy, 67 años

En el 2008, David Kucherawy de Washington, Pensilvania, empezó a sentir dolor en el pecho cada mañana cuando sacaba a caminar a su perro. Le echó la culpa a la indigestión. Pero al pasar los meses, el dolor empeoró. Un día el dolor fue tan fuerte que cayó de rodillas.

Recuerda que pensó: "¡Oh, no, aquí está pasando algo!”.

En la sala de emergencias, Kucherawy podía ver que los médicos estaban preocupados. Las pruebas mostraban que su arteria coronaria -—el vaso sanguíneo principal que lleva oxígeno al corazón— estaba obstruida en un 99%. Necesitaban operarlo para limpiar la obstrucción e implantar un estent.

A los pocos días, Kucherawy se sentía mejor. Sus médicos le dijeron que había tenido suerte. Pero también le dijeron que si no bajaba de peso, comía mejor y hacía más ejercicio, tendría otra obstrucción.

Durante su carrera como administrador en un hospital de salud mental, Kucherawy no le había dado prioridad a su salud. Sabía que eso tenía que cambiar. Modificó su dieta y empezó a caminar a un ritmo más rápido. Al poco tiempo, ya estaba trotando.

Para el 2010, a los 58 años, había bajado 16 kilos. Poco después de que el cardiólogo le dijera que ya no tenía que tomar medicamentos para el corazón, Kucherawy vio un artículo en el periódico sobre una competencia de atletismo para adultos. Al leer que toda persona mayor de 50 años podía participar, decidió intentarlo.

Escogió la carrera de 50 metros y se sorprendió cuando ganó en su grupo de edad. Pero lo que más lo sorprendió: fue una experiencia divertida. “Sentí un gran torrente de adrenalina”, recuerda. “Me dio un verdadero sentido de logro”.

Kucherawy se inscribió en más eventos y compitió en carreras de 50 y 100 metros. Con una medalla en la carrera estatal clasificó para participar en los National Senior Games en el 2013. Aunque no ganó ninguna medalla en su primer evento nacional, le encantó la competencia y el estar rodeado de personas que estaban dedicadas a llevar sus cuerpos hasta el límite, sin importar la edad.

Cuando Kucherawy regresó a casa, entrenó más duro y se propuso participar en los siguientes National Senior Games en el 2015. Pero dos semanas antes, mientras corría, escuchó un ruido como si algo se rompiera. Se había desgarrado un ligamento en la pierna.

Pasó un año antes de que Kucherawy pudiera correr otra vez, pero cuando llegaron los siguientes National Senior Games en el 2017, ya estaba listo. Se llevó la medalla de bronce en la carrera de 400 metros y su equipo ganó la medalla de plata en la carrera de relevo de 4x100 metros.

Kucherawy continuó exigiéndose cada vez más; entrenaba unas tres veces a la semana con el objetivo de agregar más distancia o mejorar sus tiempos cada año. De hecho, recientemente logró sus mejores tiempos en los eventos de 100 y 400 metros.

"Hace nueve años que corro y ahora soy más rápido, no más lento”, dice. “Es lo opuesto de lo que uno esperaría”.

Eso le recuerda una frase de la atleta olímpica Jackie Joyner-Kersee que él pegó con cinta adhesiva en el calendario de bolsillo que lleva siempre consigo: “La edad no es una barrera. Es una limitación que tú pones en tu mente".