InicioActualidadMónica Rubio (68) Premio Nacional de Ciencias: “hay que terminar con el mito de que las profesiones más duras son para los hombres”

La doctora en Astronomía y Premio Nacional ha dedicado su vida a recibir y analizar muchas de las señales que envía el universo. Estas llegan a un telescopio o radiotelescopio y, mediante la digitalización de la información interestelar, se dibuja en programas y pantallas algún lugar del universo. La imagen, abstracta para la mayoría de nosotros, le dice mucho más a ella, quien persigue hace décadas una interrogante: si sabemos que las estrellas viven y que pueden morir de distintas formas, ¿cómo nacen?

En esta entrevista, la científica hace un recorrido sobre el rol que tiene la mujer y de Chile en la astronomía a nivel mundial, a pocos años de contar con dos de los tres telescopios gigantes del mundo.

Entrevista realizada por The Clinic https://www.theclinic.cl/2024/03/09/monica-rubio-premio-nacional-de-ciencias-siempre-ha-habido-una-idea-de-que-las-profesiones-mas-duras-son-para-los-hombres-hay-que-terminar-con-ese-mito/

 

Hace 60 años, Mónica Rubio (68) estaba de vacaciones en la casa de campo de sus abuelos en Matanzas. En aquellos días, pasaba las noches mirando hacia arriba, preguntándose por aquellos puntos luminosos del cielo. Nueve años más tarde, a principios de 1973, se subió al auto de su papá para ir a matricularse en su primer año de universidad, sin aún estar segura de qué estudiaría.

Iban hacia el poniente por la Alameda, pasando casi por afuera de la Casa Central de la Universidad Católica, donde Mónica Rubio había quedado en la carrera de Medicina. “No”, le dice a su papá, quien iba manejando. “Sigamos, sigamos”. En ese instante decidió que estudiaría Licenciatura en Ciencias en la Universidad de Chile, el único camino que la podría llevar al magíster en Astronomía en esa época, así que siguieron bajando hasta Beauchef, el campus donde estaba la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.

Es la mayor de tres hermanos y los fines de semana, mientras su hermana menor leía libros y hacía manualidades con su madre, ella ayudaba a su papá a arreglar las cosas averiadas de la casa. “Siempre me gustaron más las matemáticas que el área humanista, quizás producto de que uno cree que puede ser más racional y menos emotiva”, dice. “Distinta a mi hermana, que estudió psicología”, se ríe. Cuando tenía 15 años, su madre encontró una asociación de astrónomos aficionados y la motivó a asistir. Así, en su adolescencia, cambió las fiestas y juntas con sus amigas por ir a mirar el cielo al cerro Pochoco.

En 2021, a casi 50 años de haber tomado la decisión de ser astrónoma esa mañana en el auto de su papá, Mónica Rubio López recibió el premio Nacional de Ciencias Exactas. Le otorgaron el máximo reconocimiento del Estado de Chile, principalmente, por su contribución en la investigación y generación de modelos de maternidad estelar. Luego, fue elegida una de las 100 mujeres líderes de 2022 y, hasta la fecha, es la presidenta de una de las divisiones de la Unión Astronómica Internacional, que es como la ONU de la Astronomía, entre muchos otros cargos y reconocimientos.

A solo una semana de que llegue marzo, una señal viaja desde el computador de Mónica Rubio al espacio hasta un satélite que orbita sobre ella. Allí rebota y se devuelve hacia la tierra, pero algunos cientos de kilómetros al norte. Aquí, en Santiago, se dibuja en otro computador su apariencia. Ella inclina la pantalla para dar la primera parte de esta entrevista y sobre su cabeza se asoma un cielo de tablas de madera sobre las vigas del mismo material de una casa de campo. Su pelo es corto, rubio y ondulado, sus lentes ovalados de marcos delgados.

Aunque no hay actividades académicas durante febrero, sus colaboraciones en organizaciones internacionales la mantuvieron ocupada toda la semana. El hemisferio norte es demandante. Mónica Rubio trae puesta una blusa blanca, su cuello sin joyas, no lleva casi maquillaje en su rostro, pero de sus orejas cuelgan aros de plata: está de vacaciones.

–Usted ha dedicado la mayor parte de su carrera a estudiar el nacimiento de las estrellas, ¿cuándo ocurre esto?

–Una estrella nace cuando el corazón de esa estrella es capaz de generar energía. No hemos visto nacer una estrella, pero sí hemos descubierto estrellas que están en el proceso de formarse y que, en algún momento, se van a encender. Estos procesos duran más que la vida de uno, entre 10 mil y 100 mil años, pero sí hemos detectado estrellas muy muy jóvenes al interior de estas regiones donde nacen.

–Hablemos del nacimiento de una estrella como si fuese una persona. Presenciar el nacimiento es como si usted pudiese ver en el telescopio una cámara directo a una sala de parto, pero sin madre. ¿Cómo es que, de pronto, este corazón puede generar energía?

–Las estrellas en su interior, y esto también ocurre en los orígenes del universo, es capaz de hacer una reacción nuclear y generar energía, produce radiación y esa radiación se transmite a lo largo de todas las estrellas: del corazón de la estrella hacia afuera. Entre esa radiación hay luz. No solamente luz, pero hay luz. Está todo oscuro. Entonces, es muy bonito, como dices, es como un parto, cuando nace la guagua y llora, y respira por primera vez, tú dices “nació, es”. El momento en el que se ilumina esa zona, sale la luz, es el momento en el que uno define que es el nacimiento de una estrella. Lo único es que el parto dura un par de minutos y el nacimiento de una estrella un par de miles de años.

–En la astronomía hablan de años luz, a veces millones de años luz. Esto quiere decir que usted, cuando observa el universo, ¿está viendo algo que pasó hace mucho tiempo?

–Sí. Siempre estamos viendo el pasado. A lo mejor yo, que estudio las Nubes de Magallanes, lo que estoy estudiando hoy pasó hace 170 mil años luz y entre medio puede que los fenómenos que estoy estudiando hoy día ya no estén.

–¿Por qué quiso estudiar el nacimiento de las estrellas?

–Porque cuando era chica y miraba estas lucecitas en el cielo me preguntaba: ¿qué son? Las respuestas: son estrellas. ¿Y qué son las estrellas? Uno aprende que son esferas de gas que bla bla bla… que viven tanto tiempo, qué sé yo, y después se sabe que estas estrellas, a medida que van envejeciendo, tienen distintos finales y se mueren. Pero si vivían y morían, tienen que haber nacido.

¿Cómo nace una estrella? Esto recién lo pudimos empezar a estudiar en los años ochenta, porque la región donde nacen las estrellas no emite luz, son oscuras. Hubo que ver cómo estudiamos regiones que son oscuras y ahí vino todo el desarrollo de la radioastronomía en el rango de las ondas milimétricas. Porque estas regiones oscuras sí tienen gases, están compuestas por moléculas y, si uno estudia la física de las moléculas, uno puede estudiar la transición. Cuando una molécula se excita y se desexcita emite una señal.

–¿Qué tan relevantes son las nuevas tecnologías en los telescopios para el avance astronómico?

–Por ejemplo, el Big Bang es la teoría más acertada sobre el origen del universo y toda la evidencia que hemos podido medir, ha ido avalando que representa eso. El universo parte y tiene que pasar por “A”, después “B”, “C” y “después “D”. De acuerdo a los modelos que hacen los cosmólogos, tiene que pasar en ese orden y en cierto tiempo. Las estrellas y las galaxias se tenían que formar en una época de la vida del universo desde que parte a un cierto momento.

Pero resulta que hace medio año, el telescopio espacial Webb tomó imágenes de una zona del universo donde había galaxias, pudo estimar qué edad tenían y resultó que se habían formado como 500 millones de años antes de que partiera el universo. Y los modelos dicen que eso no pudo haber sido así. Entonces, ahora estamos plop.

El universo nos está diciendo que están mal calculadas esas edades, que parece ser que no es así, o que se formaron las estrellas antes. Y si es así, hay que entender qué pasó, quiere decir que hay una parte del modelo que antes teníamos que no está correcta. Imagínate cuando en el año 2030 empiece a funcionar este telescopio de 39 metros o de 25 metros, que va a ser aún más poderoso que el James Webb, ¡imagínate la cantidad de cosas nuevas que pueden aparecer!

–¿Cree que hay vida fuera del planeta Tierra?

–Tú me haces la pregunta: “¿Usted cree?”. En ciencia uno no cree, porque las creencias no son parte de la ciencia. Lo que sí te puedo decir es que ha ido avanzando el conocimiento de ciertas regiones y tenemos cada vez más evidencia de que la química, los átomos y las moléculas sobre los cuales se funda la vida que apareció en la Tierra, están presentes en muchas otras partes.

Es muy probable que la vida sea una manifestación más de un fenómeno natural del universo, pero no está comprobado. Los experimentos uno los puede hacer acá en la Tierra, pero en el universo uno puede juntar todos los elementos químicos y ponerlos en condiciones de cómo fue el origen de la Tierra y no formas vida. Lo que se está tratando de medir con estos instrumentos (telescopios gigantes) es si hay una célula o algo que pueda emitir alguna señal que podamos medir en otro lugar y que la podamos asociar a la presencia de vida.

Chile: la ventana del mundo que da al espacio

Cuando se lanzó al espacio el primer telescopio espacial, el espejo estaba defectuoso, por lo que, para arreglar la imagen que producía, debieron inventar un algoritmo que lo hiciera. “Ese algoritmo se usa actualmente, mejorado, para la detección del cáncer mamario en las mamografías”, cuenta Mónica Rubio. “Hay un motor muy fuerte de todos estos eventos astronómicos para el desarrollo de instrumentos y capacidades tecnológicas que no existen”, explica. Ejemplos como este son también las puertas transparentes de los microondas, las placas para las cocinas eléctricas o el velcro, que lo inventaron para poner pegar cosas a las paredes en las naves para mantener el orden cuando disminuía la gravedad.

–¿De qué manera influyen en Chile estos avances?

–Tenemos la gran ventaja, acá en Chile, de que toda esta capacidad astronómica mundial está ubicada en nuestro país y, por lo tanto, los mayores descubrimientos científicos que vengan o que están ocurriendo hoy día en el área del universo, están ocurriendo desde aquí. Además, Chile ha firmado acuerdos internacionales para que se instalen estos observatorios, asegurando que un 10% del tiempo para usar estos instrumentos sea para los científicos de Chile.

Esto ha permitido un desarrollo tremendo en los últimos 20 años, en el 2000 eran tres universidades que ofrecían la carrera de Astronomía, hoy día son 24. Éramos 30 astrónomos con doctorado y hoy hay cerca de 300. Aumenta la cantidad de gente joven interesada en la ciencia, sobre todo las niñas, que es mi preocupación y mi interés: que se dediquen a áreas relacionadas con ingeniería o ciencia, que están tan deprimidas desde el punto de vista del género.

–¿Cuáles son los proyectos de telescopios gigantes, en los que usted es asesora, y en qué consisten?

–Uno es el Science Advisory Committed del Giant Magellan Telescope Observatory, que es el observatorio que está construyendo uno de los telescopios gigantes acá en Chile, de un tamaño equivalente de 25 metros. Es una roseta de siete espejos, cada uno de ocho metros, que son los diámetros de los espejos más grandes que existen actualmente en el mundo.

También estoy en el comité científico asesor de un proyecto liderado por el Observatorio Europeo Austral, que está construyendo otro telescopio gigante que se instala acá en Chile, el Extremely Large Telescope (ELT), cuyo diámetro del espejo va a ser de 39 metros. Hay solo tres proyectos así en el mundo y dos de ellos se vienen acá a Chile.

Y el tercero, que se iba a instalar en el hemisferio norte, lamentablemente está muy atrasado porque el lugar que habían elegido, que era en la cumbre de isla grande de Mauna Kea en Hawái, es un territorio ancestral y ha habido mucha oposición de las comunidades locales. Así que Chile va a tener el 100% de los telescopios gigantes de aquí al año 2030.

–¿Cómo se observa el universo a través de un telescopio o radiotelescopio?

–Reciben ondas, estas ondas se digitalizan y se transforman en una imagen para ser estudiadas o para ser mostradas. El telescopio James Webb, que acaba de cumplir un año y que está ubicado a cinco veces la distancia de la Tierra a la Luna, toma señales que provienen fundamentalmente de ondas que llamamos infrarrojas, además de las ondas visibles. Y muchas de las imágenes hermosas que se comparten en redes sociales o medios, son imágenes que nuestros ojos nunca podrían ver. Al digitalizar la información se le asignan colores y se ven todas estas imágenes preciosas de galaxias, estrellas y planetas.

Era un mundo de hombres… el universo no

En el Observatorio Astronómico Nacional del cerro Calán, en Las Condes, el personal y algunos colegas saludan a Mónica Rubio llamándola no por su nombre, sino como “profesora”. Llegó marzo y la docente de la Universidad de Chile continúa su conversación con The Clinic en este lugar que pertenece a la institución académica, tras finalizar sus vacaciones. No trae puestos sus lentes, sus labios están rojos, hay un collar plateado en su cuello y bajo un blazer color verde pastel, lleva puesto vestido largo y negro.

Se dirige a la cúpula que guarda desde 1913 el telescopio Heyde y, frente el refractor alemán más antiguo del lugar, retomará su entrevista. El encargado de comunicaciones del observatorio le recuerda que más tarde tiene otra por Zoom para un canal de televisión y entre los imponentes instrumentos de techos redondos y blancos con los espejos, antenas y lentes en su interior, explica cómo fue construyendo su carrera observando las imágenes en el universo.

–¿Era extraño que una mujer estudiara Astronomía en esa época?

–La carrera de Astronomía ni existía, había que hacer un magíster, era algo súper raro. Además, socialmente, siempre ha habido una presión o una idea de que las matemáticas son duras y que las áreas o profesiones más duras son para los hombres. Hay que terminar con ese mito, las mujeres tienen las mismas capacidades.

Mi mamá fue profesora de Ciencias Sociales y en eso fue bien pionera, porque fue a la universidad cuando las mujeres no iban, trabajó y ejerció su profesión toda la vida. Veía salir a mi mamá todas las mañanas para la pega, nos pasaba a dejar al colegio y en la tarde nos pasaba a buscar. Trabajó siempre. Entonces, para mí, que una mujer trabajara y ejerciera su profesión, fue una cuestión natural.

–¿Cómo llegó a hacer un doctorado en Francia?

–Para ser astrónoma tenía que hacer un magíster que duraba dos años, entre el 77 y el 79, pero el 77 me casé, mi marido se fue a hacer una especialización a Francia y me fui con él. Era una oportunidad, no conocía Francia, no hablaba nada de francés, así que dije: “¡Upa, vamos!”. Así como lo apoyé en ese momento de la carrera, él me ha apoyado en todo el resto de la carrera. Como viajo harto, bueno… él pasó muchas noches en el Pochoco también los sábados acompañándome. Estaba haciendo la tesis del magíster, seguí trabajando en eso en Francia y, cuando volvimos, volví embarazada de mi primer hijo. Formalmente, di mi examen de grado con un hijo ya nacido en el 82 y después volví a Francia para hacer el doctorado.

–¿Siempre quiso ser madre?

–Siempre había querido, junto con ser astrónoma, ser mamá. Era un deseo interno de que quería tener la experiencia de una vida nueva al mundo.

–¿Esto le causó dificultades a nivel profesional?

–Durante la época de estudiante, nada. Tengo tres hijos y cuando eres mamá hay unas ventanas en que no puedes producir ni hacer tu actividad profesional al mismo ritmo que un colega hombre. Las promociones y acceder a otras responsabilidades dentro de la carrera académica fue más lento. Mucho más tarde, cuando los hijos ya están grandes, uno retomó la carrera académica y empezó a participar en distintas instancias y responsabilidades. Es cuando piensas: “Bah, nombraron a este otro colega y nombraron a este otro colega y a este otro colega…”.

Hay una “sociología masculina”, áreas que están tan dominadas por las formas de funcionar de los hombres, que muchas veces son inconscientes, y es el hecho de que las decisiones se toman en instancias que no son formales. Están pidiendo un representante para no sé qué cosa: “Ay, ¿tú podríai ser?”, se decían cuando iban a tomarse una cerveza. Son cosas que quizás hoy han cambiado, pero que en esa época, las mujeres quedaban excluidas de esos espacios.

Mi profesora, la única profesora mujer que tuve, era la profesora Adelina Gutiérrez. Era la única con doctorado en Astronomía, lo sacó en Estados Unidos, y no fue nunca directora de departamento. Ella fue la primera persona en Chile que obtuvo el grado de doctor en Astronomía, no la primera mujer astrónoma con doctorado, la primera entre todos los colegas que se dedicaban a la astronomía. Fue elegida como vicepresidenta de la Academia de Ciencias de Chile y la tradición era que el vicepresidente asumió después la presidencia, y la señora Adelina fue la primera vicepresidenta y la tradición no se cumplió y no pasó a ser presidenta.

–Usted pudo haberse jubilado hace ocho años.

–La ley permite que uno pueda jubilarse a los 60 años de edad, pero no es obligatorio, la mayoría de los académicos de la Universidad de Chile siguen activos por muchos más años. Tenemos muchos académicos que están por sobre los 70, porque la experiencia profesional se va perdiendo y hay que seguir formando a las nuevas generaciones de profesionales.

–¿Qué tan lejano o cercano ve su retiro del mundo profesional y académico?

–Mientras la salud, el entusiasmo y el interés por seguir activa estén presentes, no lo estoy pensando. Pero más adelante tenemos que ir evaluando, porque hay otros elementos que entran a jugar. Por el momento, estoy tan activa y entretenida haciendo lo que hago, que no he pensado en jubilarme.

Foto