InicioEntretenciónRecordamos a Stella Díaz Varín (1926-2006): poderosa, rupturista y singular como su vida.

Con ilustración de Aymará Mont, Gabriella Borrelli recuerda en esta nota a la poeta chilena, recuperando algunos fragmentos de su obra, indómita y combativa. 

Link artículo completo https://escaramuza.com.uy/nota/stella-diaz-varin-la-colorina-poeta-punk-chilena/497

 

 

Stella Díaz Varín

(1926 – 2006)

Quizás la primera herejía haya sido nacer en La Serena. Chile, 1926. Nada de serena tendría Stella Díaz Varín, nada de serena su poesía ni su personalidad que tanto se confundieron y le valieron los epítetos más fogoneros: la poeta punk, la Bukowski chilena, la poeta boxeadora. Lo cierto es que la figura y la obra de Díaz Varín rebalsan esas características que, ciertas o infladas, no le hacen justicia a una de las voces más originales de la poesía de mitad del siglo pasado. Sí es verdad que alguna que otra vez lanzó una trompada en los alrededores de El Bosco, cuando habitaba la noche poética de Santiago codeándose con Enrique Lihn, Alejandro Jodorowski o el mismísimo Nicanor Parra, el antipoeta, quien le dedicó uno de sus más odiosos poemas: «La víbora». Pero no se trata aquí de seguir la estela de leyendas sobre su figura, sino de resaltar la potencia de una voz que en la década de los 50 anticipa un movimiento de poesía feminista que hoy nos convoca en Latinoamérica. Su primer poema, el que da título al libro Razón de mi ser (1949) traza una genealogía histórica y política, por qué no literaria, con una tradición a la que por momentos adscribe y ante la que también reacciona. En ese primer libro el viento de la vanguardia pareciera dialogar con los troncos sólidos de la poesía chilena, es decir, no se puede eludir en la lectura el eco de la voz mistralesca como tampoco se puede no escuchar el susurro de los antipoemas o la cadencia de Enrique Lihn. También la largueza de Altazor y su inquietud metafísica. Díaz Varín llegó a Santiago para estudiar psiquiatría y se convirtió en una figura de su generación, insistiendo en algunos tópicos que ya se prefiguran en este poema: la agonía. Esperar la muerte o esperar la vida, trazar lazos con las mujeres que la antecedieron y siempre buscar la palabra para decir lo que no tiene nombre.

«Razón de ser»

De la mujer que desparramó las larvas milenarias

de sus pechos en el dintel del tiempo;

de la mujer que se envolvió a sí misma

dentro de una madrépora en su mundo de algas

y desanduvo su agonía decisiva junto con las estrellas…

de la mujer que amaba las palomas en éxtasis de virgen,

y amamantaba lirios por la noche con su pezón dormido;

de la mujer que supo antes que dios del clavo y del silicio.

De ella, la tentadora de la muerte durante ocho siglos,

la que en sus manos tiene dos trigales y en sus sienes de niña

una rama florecida de lágrimas,

de ella la novia que tendió sus velos por sobre los abismos

de ella vencedora, la cercana,

de esa mujer soy hija.